jueves, 18 de enero de 2007

Fragmento I

Todo comenzó hace muchísimos años, en una galaxia perdida entre los conjuntos no numerables de cúmulos de estrellas que inundan el mar cósmico. Nos encontramos en el planeta Tun, al oeste de la constelación de Lanos. Entre las pocas ciudades a destacar de este pequeño astro, hay una que sobresale sobre el resto por su prosperidad económica y cultural. Se trata de Ciudad Arco. En ella comienza la historia que se desarrolla a partir de aquí.
Son las 7 de la mañana en el barrio periférico Agûr Athul. Una pequeña camioneta se dirige hacia el centro. Se trata del agricultor Gitus Altros que acude al mercado de abastos para vender sus mercancías. Con el dinero que obtenga piensa comprar, además de provisiones, algunos regalos para su mujer y sus hijos. Hoy se celebra la festividad del dios Khun y extranjeros venidos de todos los rincones hacen que la ciudad esté mucha más bulliciosa que de costumbre. Después de aparcar su camioneta, el campesino se dirige a la parte trasera para recoger las cajas de hortalizas tardías y sacos de trigo que lleva. Tras abrir la puerta, observa que hay un montón de fardos amontonados en un lateral. Se extraña un poco porque juraría que aquello no estaba allí cuando cargó las cosas la noche anterior. De repente, se percata de que hay algo que se mueve entre ellos. Cuál es su sorpresa al descubrir que debajo de los mismos se encuentra su hijo menor, Viriath.
- Pero ¡qué haces ahí, pillín! ¡No quedo bien claro anoche que no podías venir! La ciudad es un sitio muy peligroso, más aún para los niños. Ahora mismo te llevo de vuelta a casa –le replica el padre-.
- No, papá. Por favor, déjame estar contigo aquí. Nunca había visto la ciudad antes y tenía mucha curiosidad. Castígame si quieres cuando volvamos a casa pero deja que me quede.
- Mocoso testarudo. Te salvas porque no tengo tiempo que perder. He de ubicarme en un buen lugar para vender los productos. Quédate a mi lado y no te despegues de mí.
- Gracias, padre.


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martes, 16 de enero de 2007

Fragmento II

El mercado se extiende en una enorme plaza cuadrada cuyas cuatro únicas entradas están colocadas según la orientación de los puntos cardinales. En ella el comercio abarca un gran surtido de posibilidades. Desde la venta de productos alimenticios, animales, ropa, calzado, herramientas y vehículos, hasta el tráfico de esclavos, drogas y armas. También hay mercenarios y piratas, gente prófuga que ofrece sus servicios. Gitus se ha colocado junto a un puesto de frutas. Los encargados del mismo parecen tener mucha prisa en colocarlo todo y andan como nerviosos de un lado a otro. Uno de ellos se acerca al campesino.
- Gitus, Gitus Altros. ¡Demonios! Sigues igual que siempre. ¿Qué negocios te traes ahora entre manos?
- Lo siento, pero en este momento no acabo de recordar quién eres. ¿De qué nos conocemos? – pregunta Gitus-.
- No te acuerdas de tu familia, malnacido. Soy yo, Fenerkain Dyut.
- Cuida tu lenguaje delante de mi hijo, Fen, por favor. Hace, por lo menos, diez años que no nos veíamos. ¿Cómo es que te has vuelto frutero? ¿La piratería ya no es un negocio rentable?
- Pues sí. Ya ves, en la actualidad trafico con melones y plátanos. La piratería no es lo que era. Así que éste es tu hijo. Veo que era cierta tu intención de abandonar el oficio para empezar una nueva vida. Lástima. Eras uno de mis mejores suboficiales.


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lunes, 15 de enero de 2007

Fragmento III

Fen se acerca al chico y acaricia su pelo. Muestra una sonrisa amable. En cambio, Gitus está serio y parece no sentirse muy contento con el encuentro con su viejo amigo. Aparta la mano de la cabeza del niño.
- Eso forma parte de un pasado que enterré y del que no quiero volver a hablar ni recordar. Pagué por mis delitos y me he vuelto una persona honrada. Ahora soy agricultor.
- Los que nacen piratas mueren siéndolo. Otra cosa es que no quieras reconocerlo. Si hubieses permanecido a mi lado, te habría ido mucho mejor y no habrías acabado siendo un simple campesino.
- Quizá si hubiese seguido a tu lado habría terminado con una soga al cuello o algo peor. Para mí, la deshonra hubiese sido seguir siendo pirata. Te pido que me dejes en paz y no vuelvas a inmiscuirte en mi vida.
- Como desees, pero por la amistad que nos une o que nos unió, te pido un favor. Aléjate de aquí. Vete a casa. Tómate la mañana libre.
- ¿Por qué me pides eso? He estado esperando durante todo el año a que llegara este día. Necesito el dinero para mi familia. No puedo complacerte –contestó Gitus-.
- Sé que eres una persona testaruda pero por el bien, no sólo tuyo, sino también de tu hijo, yo, en tu posición, me marcharía. Fuentes cercanas a mí, me han dicho que por este lugar, donde nos encontramos, pasará hoy el cortejo del Emperador y si no me han informado mal, va a ver altercados.


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miércoles, 20 de diciembre de 2006

Fragmento IV

La expresión del rostro de Gitus se volvió aún más seria. La elección era difícil. Podía regresar a casa con las manos vacías y después intentar revender los productos a un precio muchísimo menor o quedarse e intentar proteger al muchacho. Si el chico le hubiese hecho caso y se hubiese quedado en casa, no se encontraría en estos momentos en esta situación. Durante unos minutos reflexionó fríamente hasta tomar una decisión.
- Definitivamente, no me voy a ir. Protegeré ambas cosas, los intereses de mi familia y a mi hijo – concluyó Gitus -.
- De acuerdo, pero luego no me digas que no te lo advertí –sentenció el antiguo pirata -.
Fen se dio media vuelta y continuó ayudando a los hombres del puesto de fruta. Viriath no salía de su asombro. Su padre había sido en otra época un pirata que recorría las galaxias haciendo fechorías y robando botines. Jamás había contado nada al respecto en casa. Quizás por eso también no quería que nadie le acompañase al mercado. Existía la posibilidad de encontrarse con viejos conocidos o antiguos enemigos que podían revelar su pasado o hacer peligrar la vida de los suyos. Transcurrida una hora desde la conversación entre ambos ex piratas, unas estrepitosas trompetas anunciaron la llegada del Emperador. Simus Taxus el Grande se hacía llamar. Natural del planeta Zif, en sus inicios fue, tan solo, el rey del mismo. Con una desmesurada ambición y un poderoso ejército, había conseguido ir sometiendo y dominando cada uno de los planetas de la galaxia a su voluntad. Practicaba una antigua religión, la de los canateos, caracterizada por el desarrollo de habilidades psicofísicas fuera de lo común. La tiranía que había impuesto había impulsado la sublevación de ciertos grupos minoritarios rebeldes, agrupados bajo el nombre de Yth Gersbol, que en lengua tun significa Libertad Viva.


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jueves, 14 de diciembre de 2006

Fragmento V

Cuando, por fin, la comitiva imperial llegó al mercado, mucha gente se mantenía expectante. Sumus bajó del trono rodante en el que se encontraba subido y, acompañado por su escolta de cien soldados, deambuló por los puestos examinando las mercancías. Poco a poco se aproximaba al lugar donde se encontraban Gitus y su hijo. Cuando pasó por delante de él, los hombres del puesto de fruta hicieron una señal a los de los puestos colindantes. De repente, los supuestos mercaderes se abalanzaron en masa contra el emperador empuñando todo tipo de armas. Los puestos de mercancías no habían sido más que una tapadera para transportar armas sin levantar sospechas.
- ¡Muerte al tirano! ¡Abajo el Imperio! ¡Yth Gersbol! –gritaban mientras avanzaban -.
El emperador, rodeado rápidamente por su escolta, al verse en aquella situación ordenó a todas sus tropas destruir la ofensiva rebelde. Entonces el caos se adueñó del mercado. La gente que no estaba involucrada en la revuelta corría despavorida en cualquier dirección. Mientras las tropas de apoyo llegaban al lugar donde se encontraba el foco de la lucha, los rebeldes luchaban con coraje y tesón a fin de romper el cerco humano y poder atacar directamente a Sumus. Una lucha encarnizada con sables láser y pistolas de antimateria. Mientras tanto, Gitus se apresuraba a escapar con su hijo que observaba atónito la refriega. En uno de los ataques, un rebelde había arrojado una lanza contra el emperador. Sin embargo, ésta no había alcanzado su objetivo porque, por alguna extraña razón, al acercarse a Sumus se había detenido en el aire y caído al suelo. Era como si una especie de burbuja invisible protegiera al déspota.


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martes, 12 de diciembre de 2006

Fragmento VI

En la huida, Gitus fue confundido con un rebelde y un disparo certero en el corazón hizo que se desplomara en el suelo. Viriath, que sostenía la mano de su padre, no se había percatado de lo ocurrido y le animaba a levantarse pero era inútil. El cuerpo yacía inerte rodeado por un charco de sangre cada vez mayor. Entonces la pena invadió su alma y se puso a llorar desconsoladamente. Un golpe fuerte en la nuca le hizo perder el conocimiento. Cuando consiguió despertarse se hallaba en una habitación que no era la de su casa. Las paredes eran metálicas, no había cuadros ni ventanas y un montón de conductos del sistema de ventilación perforaban el techo. Junto a la cama había una mesita con una bandeja encima. Sobre la misma estaban un vaso de leche templada y unas galletas. Todo dispuesto para ser engullido en cuanto tuviera ocasión. Pero el chico no tenía hambre. Por un momento volvió a repasar mentalmente todas las escenas últimamente acaecidas. Se culpaba de la muerte de su padre. Si no se hubiese escondido detrás de los fardos, si no hubiese estado allí, entonces quizás no hubiese supuesto un lastre para la huida de su padre. Nuevamente, se deshizo en lágrimas. La puerta se abrió lentamente y una cabeza hizo su aparición. Era la de una niña, pequeña como él, que debía tener casi su misma edad. Se acercó tímidamente y le preguntó el motivo de su tristeza.
- ¿Por qué lloras?
- Porque, porque… mi padre ha muerto y me siento culpable. Además no sé dónde está mi familia –sollozaba el muchacho-.
- No llores. Mi padre me ha dicho que eres mi nuevo hermano. A partir de ahora nosotros seremos tu familia.
Viriath no entendía nada. A quién se refería con nosotros, quién era el padre de la niña, dónde estaba. Un montón de preguntas por responder y una ausencia total de respuestas.
- ¿Quién es tu padre y dónde estoy? –preguntó angustiado -.
- Mi padre es el capitán Fenerkain Dyut y te encuentras en la fragata espacial Dïrûs X29. Estamos sobrevolando el mar de las Antípodas.
- Totalmente cierto, Qym. –dijo Fen que había estado escondido detrás de la puerta escuchando la conversación-. No tienes por qué sentirse triste y apenado. Tú no tienes la culpa. Fueron las tropas del Emperador las que asesinaron a tu padre. No podía dejarte allí porque corrías mucho peligro. Hoy empieza una nueva vida para ti. No te será nada fácil pero confío en hacer de ti un buen pirata, el mejor, sin duda.
- Pero yo no quiero ser pirata. Quiero volver con mi familia a la granja –replicó el chico-.
- Mira,Viriath, has de olvidarte también de ellos. Lo más seguro es que en estos momentos, en el mejor de los casos, estén encarcelados acusados de ser cómplices de Yth Gersbol. Sumus castiga de forma ejemplar cualquier intento de levantamiento en su contra. No tiene escrúpulo ninguno en arrastrar con sus decisiones a inocentes, que se hubieran visto involucrados, de forma involuntaria, en los hechos. Además, el pasado pirata de tu padre será un motivo más que justificado para condenar a tu familia.
- No, no puede ser cierto. Primero, mi padre, ahora mi madre y mis hermanos. No es justo. ¿Por qué? -gimoteó Vir-.


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jueves, 30 de noviembre de 2006

Fragmento VII

Las palabras de Fen fueron como un jarro de agua fría para el muchacho. De un plumazo lo había perdido todo. Se sentía desgraciado y desdichado. Nada le podía hacer sentir consuelo. Sus ojos se habían convertido en un mar de lágrimas.
- No llores más, chico. Eso sólo lo hacen los cobardes. Justo, dices. Nada es justo en esta vida. Si quieres justicia, has de administrarla por ti mismo. Juro, por la gran amistad que me unía con tu padre, que haré de ti un hombre. Cuando seas mayor podrás vengar la muerte de los tuyos. Mientras tanto, ahorra energía y fuerzas porque te van a hacer falta -dijo Fen-.
El capitán abandonó la habitación, dejando solos a Qym y Viriath. En aquellos instantes el niño no podía comprender la situación. Parecía que el mundo se derrumbase a su alrededor. No podía dejar de llorar. Qym se aproximó al chico y cogió su mano.
- No te preocupes ni te sientas solo. Yo cuidaré de ti y con el tiempo, verás cómo todo cambia a mejor. Ahora descansa. A partir de mañana vas a tener que acostumbrarte a ciertos cambios – dijo la niña-.
Por un momento, el chico dejó de lamentarse. No sabía por qué extraña razón las palabras de Qym habían resultado ser una pomada de cariño para su corazón desvalido. Y al igual que, después de la lluvia, aparece el alegre arco iris tintando el cielo, ahora una sonrisa se había asomado a sus labios con intención de quedarse. En los días venideros, Viriath tuvo que madrugar y aprender a trabajar mucho más duramente que cuando estaba en la granja. Compaginaba tareas de limpieza, que hacía durante la mañana, con el férreo entrenamiento en el uso de armas y técnicas de combate. También recibió clases sobre navegación e instrumentación. De esta manera y poco a poco, su destreza y habilidad en todos los campos del saber pirático se fueron desarrollando y perfeccionando.


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martes, 28 de noviembre de 2006

Fragmento VIII

La fragata Dïrûs X29 era un barco enorme. Tenía una eslora de dos kilómetros y una manga de quinientos metros. Con capacidad para trescientas personas, la mayoría de su tripulación estaba compuesta de malhechores y prófugos de la ley, gente sin ninguna preparación. Existía un equipo de ingenieros y técnicos que se ocupaban del mantenimiento de los sistemas de propulsión, control y navegación. Estaba impulsada por dos descomunales motores que utilizaban como combustible partículas de antihidrógeno, las cuales se manipulaban a través de campos electromagnéticos. Su sistema de artillería estaba formado por cañones positrónicos de plasma, que podían utilizar también torpedos iónicos como munición, y teleópticos de alta resolución. La bodega de naves tenía capacidad para albergar una flota de ciento veinte veleros de contención rápida. El barco, creado por la armada imperial para ser utilizado, inicialmente, en las guerras de Îstarus, había sido confiscado por las tropas rebeldes y entregado al capitán a cambio de sus servicios. De hecho el transporte de las células rebeldes a Ciudad Arco el día del enfrentamiento en el mercado lo había realizado la fragata. Sin embargo, el capitán no era un defensor ferviente de la causa Yth Gersbol y, aunque la mayoría de sus amigos estuviesen a este lado de la contienda, siempre intentaba jugar a dos bandas, traficando con unos y con otros, según fuera menester. Han pasados doce años desde los tristes acontecimientos de la festividad de Khun. Viriath se ha convertido en un adolescente fuerte, alto y valeroso. Su ingenio y astucia tampoco tienen parangón. Fen ha cumplido su palabra y ha hecho de él un hombre. Durante todos estos años, ha intentado inculcarle los valores y principios de la piratería, para que en el día del mañana pueda sobrevivir sin problemas. Gracias a él, Vir ha podido viajar por toda la galaxia y conocer un montón de pueblos y razas que antes le eran completamente desconocidas. A pesar de todo ello, hay algo que nunca ha sido capaz de olvidar y que ha mantenido celosamente guardado en su memoria: su deseo de venganza.


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jueves, 23 de noviembre de 2006

Fragmento IX

Hoy se reúnen en secreto los principales líderes rebeldes en la ciudad de Îstarus, en el planeta Cólfô del sistema Mëtva. Fen ha tenido que acudir para llevar hasta allí nuevas armas y tropas. Viriath se siente mucho más identificado con el movimiento de resistencia que el capitán. Juntos presencian las intervenciones de los diferentes cabecillas. El discurso inicial lo hace el comandante Jâb Wöhj.
- Queridos amigos y aliados de la causa. Me temo que ya sabréis el motivo que nos ha congregado aquí. El emperador Sumus Taxus, ese tirano sediento de sangre y poder, está reorganizando su ejército, reclutando mercenarios y piratas, para formar la fuerza de combate más grande jamás nunca vista, desde los tiempos de las guerras de Îstarus. Algunos de los aquí presentes, no habían nacido aún cuando tuvieron lugar. Yo, recuerdo como si fuera ayer, la pérdida de un enorme número de los nuestros. Era la primera vez que un contingente rebelde osaba plantar cara a las tropas del tirano. Por aquel entonces, ellos nos duplicaban en número pero a nosotros eso no nos importaba, nos hacía envalentonarnos aún más, si cabe. Sin embargo, la fortuna no estuvo de nuestro lado y fuimos masacrados. Y es precisamente ahora, después de tantos años, cuando hemos sido capaces de volver a reunir una fuerza, que es casi igual a la que se enfrentó al emperador aquella vez. Gran parte de personas que antes eran nuestras aliadas, traidores sin causa ni patria, se han vendido a cambio de fortunas y han dado a conocer al enemigo información sobre nuestras instalaciones, planes y miembros. Ya nadie está seguro. Según informan nuestras fuentes, nuevamente Sumus pretende acabar con las células de resistencia, y así dar por finalizada la amenaza potencial que suponemos para todos sus planes de dominio. Más que nunca, en estos momentos, debemos permanecer unidos. Me temo que una nueva guerra se avecina y no estamos lo suficientemente preparados para salir victoriosos. ¡Que los dioses se apiaden de nosotros! – concluyó el comandante-.
Jâb se sentó resignado en una silla mientras era aplaudido por el auditorio. El siguiente turno de palabra era para el general Laîcös.
- En primer lugar, saludos a todos los fieles rebeldes presentes en la sala. En segundo lugar, te felicito por tus encomiables y sinceras palabras, Jâb. Una vez expuesta la situación de forma tan clara, sólo procede someter a votación la decisión de ir o no ir a la guerra. Podemos presentar una confrontación directa o rehuir de la lucha y seguir con nuestra táctica de pequeños ataques en posiciones estratégicas. No olvidemos que ahora el enemigo conoce parte de nuestras bases y planes. Por tanto, hemos de buscar nuevos asentamientos desde los que redefinir la estrategia a seguir. Tampoco se debe dejar caer en el olvido la insuficiencia de tropas con la que se cuenta actualmente. Aunque seamos valerosos, no debemos pecar de locos. Pido una breve reflexión para que la votación se lleve a cabo de forma meditada, después de sopesar los pros y los contras. Tras un descanso de quince minutos, se reanudará la sesión con las votaciones. Esto es todo lo que tenía que decir. ¡Yth Gersbol! – gritó como finalización de su discurso-.
- ¡Yth Gersbol! – respondieron los asistentes enfervorizados-.


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martes, 21 de noviembre de 2006

Fragmento X

Durante la pausa, un murmullo incesante ocupó los salones aledaños a la sala principal de reuniones. Había líderes que se mostraban reacios a luchar ante las escasas posibilidades de éxito ya que la proporción de desventaja actual era de uno a tres. Otros, en cambio, apelaban al espíritu rebelde y creían que era el momento oportuno de hacerlo, antes de que el ejército del Emperador se atreviese a dar el primer paso. Una vez reanudada la sesión y tras el recuento de votos, la decisión ya estaba tomada: los rebeldes no librarían batalla hasta volver a reorganizarse y aumentar su número de efectivos. Para finalizar la reunión, Jâb volvió a tomar la palabra.
- Sabía decisión la que hoy se ha tomado en esta sala. Sin embargo, parece que se ha obviado una cuestión. Cómo vamos a reclutar más tropas cuando son tan pocos los que se mantienen fieles a la causa. Si han puesto un alto precio a nuestras cabezas, quién va a querer arriesgarse en estas condiciones. Hace muchísimos años, escuché a un hombre hablar de la existencia de otros pueblos y razas más allá de los límites de la galaxia. Si no fuera porque me siento viejo y cansado para llevar a cabo tal tarea, yo mismo tripularía una nave e intentaría pedir ayuda y dar a conocer la situación en la que nos encontramos. Por eso pido al consejo de líderes que considere tal posibilidad. –concluyó el comandante-.
- Pero Jâb… Eso son sólo historias fantásticas para niños. Si realmente existieran los pueblos de los que hablas, ya habrían dado muestras de vida. Además, sabes que nunca nadie que haya ido más allá de los límites ha regresado. Dicen que esa zona está llena de asteroides y meteoritos, por lo que es casi imposible navegar. Sería una misión suicida - replicó Laîcös-.
Un murmullo de risas inundó la sala. El pobre comandante se ruborizó.
- ¡Yo me ofrezco para tal misión, señor! –gritó Viriath levantándose de su asiento-.


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viernes, 17 de noviembre de 2006

Fragmento XI

Ante el estupor de todos los allí presentes, el chico se encaminó hacia el estrado donde estaban los líderes y continuó su discurso.
- Soy un piloto experto en el manejo de pequeñas naves de asalto. Quizá tuviera más posibilidades de cumplir con éxito la misión que si se enviase una nave de mayores dimensiones. Además, en el caso de que se produjera mi pérdida, no supongo ninguna pieza clave en el organigrama de Yth Gersbol. No tienen nada que perder y sí mucho que ganar, si me dejan ir – dijo Vir-.
- Pareces muy convencido y seguro en tu decisión pero me temo que es la imprudencia propia de tu juventud la que te impulsa a ello. Yo no voy a negarte nada si es eso realmente lo que quieres, pero antes debe ser sometido a votación -dijo el general-.
Esta vez, las opiniones de los líderes fueron casi unánimes. Todos, salvo Jâb, opinaban que permitir que el chico cumpla la misión es mandarlo a una muerta segura. Por tanto, decidieron denegar la petición. Viriath cabizbajo regresó a su asiento. Las palabras de despedida y agradecimiento del comandante cerraron la sesión.


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miércoles, 15 de noviembre de 2006

Fragmento XII

De vuelta a la fragata, Fen intentó comprender los motivos que impulsaron a Vir a reaccionar de aquella manera.
- ¿Por qué te has ofrecido para hacer semejante locura? Esta guerra no tiene nada que ver contigo ni conmigo. Nosotros sólo somos meros espectadores que ofrecemos nuestros servicios a quién nos contrata. Hoy puede ser que estemos del lado rebelde, pero mañana quizá nos interese cambiarnos al otro -sugirió el capitán-.
- Fen, cuidado con tus palabras cuando estés en público. Hablas como un traidor. Si no fuera porque voy detrás de cada uno de tus pasos, pensaría que eres uno de los que no han vendido al enemigo. Nunca entendí los motivos que te impulsaron a mantener esa conducta. La mayoría de tus amigos, entre ellos mi padre, perecieron a manos de los ejércitos del emperador, tu patria ha sido reducida a cenizas y tus compatriotas vendidos como esclavos. Tu participación en las guerras de Îstarus tuvo que estar motivada por el afán lucrativo únicamente –concluyó el chico-. - ¡Qué sabrás tú! Si ni siquiera habías nacido –respondió enojado Fen-. Después de calmarse un poco, prosiguió con el diálogo.
- Perdona, Vir, que me haya puesto así. Me has hurgado justo en una herida que todavía no ha sanado. Mientras has hablado en la sala, no he dejado de observarte. Me has recordado a cómo yo fui en otra época, precisamente durante las guerras. Yo compartía los mismos ideales de libertad y justicia que hoy tú defiendes. Era un miembro destacado de la resistencia y participé de forma activa en la contienda. Hubo incluso momentos en que creí que conseguiríamos alzarnos con nuestro objetivo. Pero el final real no fue tan prometedor como el esperado, como ya sabes. Si duro fue perder a buenos amigos, más aún lo fue perder a la familia. Padres, hermanos e hijos fueron víctimas de la cruenta guerra. Sólo conseguí salvar a mi esposa, que nunca llegó a superar la depresión en que quedó consumida, muriendo años más tarde en el parto al nacer Qym. Aún hoy no estoy recuperado de todo el sufrimiento infringido. Odio tanto o más que tú a Sumus pero no estoy lo suficientemente loco como para volver a enfrentarme a él. Esta nave y mi hija son todo cuanto tengo y no me expondré a perderlo. Además, sabes que te quiero como a un hijo y no permitiré que te ocurra nada malo. Por eso te suplico que ceses en tu empeño y lo olvides para siempre.
- Fen, siempre te he honrado y respetado como a un padre. He procurado que estuvieras orgulloso de todo cuanto he hecho, siguiendo tus enseñanzas y consejos sin dilación. Sin embargo, siento que ha llegado el momento de partir, de tomar decisiones propias y de escoger cómo vivir mi vida. El recuerdo de la muerte de mi padre me ha acompañado de la mano en todos mis despertares y anocheceres. Yo también he sufrido en silencio. Durante todos estos años he buscado el modo de poder sentirme útil y pagar esa deuda contraída con los míos. Este es el momento. Me siento preparado y con la esperanza de que conseguiré mi propósito. La decisión está tomada. A pesar de la oposición del consejo, esta noche haré la mochila y me iré en una nave hacia los confines de la galaxia –dijo Vir-.
- Espera un momento, recapacita. No tienes ninguna deuda que pagar. Tú has sido tan víctima como lo fueron tus padres y hermanos. No te conviertas en tu propio verdugo. Nosotros somos tu familia. La única que tienes y que te protegerá siempre. No nos abandones. Qym se pondrá muy triste y yo no quiero tener otra herida sangrante en mi corazón.
- Gracias capitán. Sabes que yo también os aprecio y os quiero con toda mi alma. Nunca soportaría que os hiciesen el más mínimo daño, ni a ti ni Qym. Precisamente por eso me voy, para luchar por la libertad y acabar con la amenaza. Aunque es la decisión que más trabajo me ha costado tomar y sintiéndolo enormemente, me veo en la obligación de acatarla. Es mejor morir luchando que vivir sin hacer nada –sentenció Vir-.
- Veo que eres tan tozudo como tu padre. Tu voluntad es firme y la respeto. No sé cómo se lo tomara Qym. Imagino que muy mal.
- Fen, te pido un último favor. No le digas nada. Despídete por mí de ella mañana cuando se levante. No me veo con fuerzas para rechazar sus súplicas.
- De acuerdo, Vir. Será un golpe duro. Espero que con el tiempo lo supere.
Aquella misma noche, tras cenar e irse a dormir a su habitación, Viriath preparó la mochila con un poco de ropa y comida para unas cuantas semanas. También guardó un sable láser y una pistola. Más valía ser precavido porque desconocía los peligros a los que iba a enfrentarse. Pasada la media noche, bajó a la bodega de naves y se montó en su nave de asalto. Comprobó que los depósitos estaban llenos, se puso el cinturón y arrancó los motores. Accionó a distancia el control de apertura de la trampilla de salida y finalmente despegó poniendo rumbo a los confines de la galaxia. Desde entonces, no se volvió a saber nada de él.


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martes, 7 de noviembre de 2006

Fragmento XIII

A la mañana siguiente, la reacción de Qym no se hizo esperar.
- ¡Por qué se ha ido! ¡Cobarde! Si me lo hubieras dicho antes, habría sido capaz de convencerlo para que no hiciera semejante estupidez - gimoteó Qym-.
- Me temo que, precisamente, por eso no quiso que te enterases. En el fondo, creo que su amor por ti iba más allá de lo fraternal. Además, me dio también esta nota para ti – dijo el capitán-.
- Sí, yo también le amo, aunque nunca tuve el valor de confesarlo.
Metida pulcramente en un sobre, la nota contenía el siguiente mensaje:
“Qym, no temas por mí ni seas presa de la congoja. Me marcho, voluntariamente, sin coacción alguna, persiguiendo mi destino. Lo hago para tener una oportunidad de vivir libremente el mañana. Para poder estar juntos sin estar preocupados. Por nuestro mundo y por nosotros. Sé que tu padre cuidará de ti mucho mejor de lo que lo hubiera hecho yo mismo. Adiós, mi amor.”
- Estabas en lo cierto, papá. Nunca le perdonaré haberme hecho esto. ¡Nunca! – gritó Qym antes de romper a llorar desconsoladamente -.
Pasaron muchas primaveras y estíos desde la partida de Viriath. La situación en la galaxia era cada vez más complicada. El emperador Sumus Taxus había iniciado la guerra acosando las posiciones estratégicas descubiertas del movimiento rebelde. Poco a poco había ido tomando las bases y obligando a las células a emprender la huida. Ciudad tras ciudad, planeta tras planeta, ya no existía rincón que no estuviera bajo dominio imperial. Una auténtica reconquista en toda regla. Sin prisioneros, ejecutando a todos los que osasen desafiar su poder. La victoria del tirano estaba más cerca que nunca. Casi la podía acariciar con la yema de los dedos. Con su estrategia había conseguido arrinconar a toda la flota rebelde en el último planeta de la galaxia, Cûjq. La última batalla por librar era inmediata, sólo cuestión de horas. Por su parte, las tropas de Yth Gersbol se habían organizado en dos frentes. Sobre la superficie del planeta, contingentes de artillería pesada, infantería y tropas de asalto terrestres esperaban la llegada de las correspondientes divisiones enemigas. Sobre el cielo la flota de naves se disponía en tres líneas: primero, los veleros de contención rápida junto con cruceros cargados con misiles de perforación. En segunda línea los destructores de campo esférico junto con las fragatas de medio alcance. Por último, las fragatas de gran alcance y los acorazados con blindaje invisible. Antes de que se iniciase el combate, las tropas imperiales invitaron a sus oponentes a deponer las armas, prometiéndoles el perdón de sus vidas a cambio de la rendición. Sin embargo, todo era una estratagema del emperador para que la batalla no se prolongase con más pérdidas de las previstas. Los astutos rebeldes no aceptaron. Sabían de muy buena tinta cuánto de bondadoso era el tirano. Sin más dilación, comenzó la batalla. El primero en atacar fue el emperador. Sus naves de contención se aproximaron a la primera línea rebelde y en pocos instantes reaccionó esta última. Un cruce de disparos láser y de plasma iónico hacía que esa parte de la galaxia centelleara como si se estuviera produciendo el nacimiento de estrellas.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Fragmento XIV

La superioridad imperial acabó destrozando la primera línea y abriendo una brecha por la que penetraron destructores y acorazados imperiales. Ante esta situación, el general Laîcös decidió reorganizar el frente, adelantando a la segunda línea la flota pesada que se encontraba en la tercera. Un bloque compacto que sería la última y única barrera que detendría el ataque enemigo. Sin embargo esto no resultó ser una buena estrategia. El hábil emperador reorganizó también su flota de una manera brillante. En lugar de hacer avanzar un frente de profundidad continua hacia el contrario, colocó un grueso mayor en la parte izquierda de la línea de avance. De esta manera consiguió desbordar a los rebeldes por este punto y envolverlos. En pocas horas la flota de naves de Yth Gersbol quedó exterminada por completo. La victoria de Sumus ya estaba prácticamente consumida. Ahora sólo quedaba acabar con las tropas terrestres del enemigo, pero ello no supondría ningún problema. Desde la lejanía, el capitán Fenerkain Dyut observaba el desarrollo de los acontecimientos. Tras completar la aniquilación de la flota rebelde, ordenó a su tripulación alejarse de la zona poniendo rumbo al planeta Tun. En el momento en que se disponía a partir, vio a lo lejos como una gigantesca nube brillante se aproximaba al campo de batalla. Cuando ésta estaba a pocos kilométros de las tropas imperiales, la luz radiante se desvaneció y en su lugar apareció un enjambre de naves de morfología diversa, que no parecía corresponder a ningún pueblo o raza conocido hasta ahora. El emperador se vio obligado a frenar, por el momento, el ataque contra el planeta y recolocar su flota tal y como lo había hecho anteriormente. Antes de iniciar cualquier movimiento, intentó comunicarse con los recién llegados para conocer cuáles eran sus propósitos.

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martes, 31 de octubre de 2006

Fragmento XV

No recibió ninguna respuesta, tan sólo una advertencia. Hoy iba a ser el último de sus días. Tras esto, el tirano ordenó el ataque. Sin embargo, las misteriosas naves no luchaban en formación sino que se distribuían de una forma aleatoria, rodeando cada cierto número de ellas a un objetivo. Su maniobrabilidad era increíble. Lograban colarse entre las líneas enemigas y provocar el caos. Ello forzó un nuevo reagrupamiento alrededor de la nave nodriza desde donde comandaba Sumus. Pero esta nueva disposición esférica no dio buenos resultados. Ahora las naves misteriosas se agruparon en una única formación y atacaron una zona concreta del escudo esférico enemigo, consiguiendo abrir una brecha y penetrar dentro. Una de las naves se dirigió hacia la nave nodriza. El emperador mandó naves de asalto para que la interceptaran y no permitieran su acercamiento. Fue en vano, ya que la habilidosa nave se deshizo sin muchos problemas de ellas. La siguiente orden fue derribarla utilizando los cañones positrónicos de plasma. Cuál fue su sorpresa al descubrir que la nave estaba protegida por un campo de fuerza, que impedía cualquier tipo de agresión externa. Ya sólo quedaba como única defensa, antes de que accediera a la bodega de naves, el escudo protector. Pero también fue capaz de atravesarlo sin sufrir ningún daño. Finalmente la escurridiza nave se posó sobre la cubierta de la bodega. Tras apagar los motores, el desconocido piloto abrió la compuerta y salió de ella. Se trataba de un hombre joven, con barba, alto y fuerte. Vestía una coraza plateada que se ajustaba a su anatomía musculosa y una túnica carmesí. En el cinturón portaba un sable láser. Las tropas imperiales le cercaron y trataron de someterle. Sin embargo, con unos cuantos movimientos de su sable y la ayuda del mencionado campo de fuerza que le protegía, consiguió vencerles. Esto suscitó el interés del emperador por enfrentarse personalmente a tan digno rival. Así que ordenó a las restantes tropas que se apartaran del avezado luchador y dejaran que se acercase a él.



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domingo, 29 de octubre de 2006

Fragmento XVI

- ¿A quién tengo el placer de dirigirme, forastero? –preguntó el tirano-.
- Mi nombre no importa, aunque quizás te consuele conocer el nombre de tu asesino –respondió el desconocido-.
- Ja,ja. En serio esperas matarme. ¿Tú? No lo creo. He luchado con gente más experimentada y nadie ha estado a mi altura. Bueno, habla de una vez, no tengo todo el día. He de finiquitar esta guerra hoy.
- Soy Viriath Altros. Vengo de más allá de los confines de la galaxia, al frente de una poderosa flota de ataque aliada. Partí, hace ya más de siete años, con la intención de reclutar y solicitar ayuda a los pueblos y razas que viven en esa parte de nuestro universo. Al principio se mostraron reacios a ayudarme. Con una tecnología mucho más desarrollada que la nuestra, no veían peligrar sus civilizaciones en caso de ataque y nos consideraban pueblos inferiores. Sin embargo, debido a tu creciente ambición y sed de expansión, al final accedieron a mi solicitud. Contempla el fin de tu flota porque va a ser una de las últimas cosas que veas con vida – concluyó Vir señalando con el dedo hacia la imagen exterior de la contienda.
Eran ciertas sus palabras. Las otrora numerosas tropas imperiales estaban siendo diezmadas por aquellas naves misteriosas que no cesaban de atacar y producir bajas considerables. Realmente la tecnología de éstas era superior a la suya. Sumus Taxus no podía dar crédito a lo que estaba viendo con sus propios ojos. Alterado por lo que estaba ocurriendo, ordenó a su tripulación emprender rumbo hacia su base más cercana mientras las restantes naves imperiales protegían su huida.
- Puede ser que esta batalla haya sido pérdida. Pero juro que volveré, con más tropas, con más dureza y severidad para mis enemigos. Ahora, acabemos esto que has empezado. – dijo el tirano-.
Sumus se despojó de su capa y tomó un sable láser. La figura del emperador no tenía nada que envidiar a la de Viriath. Un cuerpo de puro músculo, con unas espaldas anchas y fornidas.
- Luchemos al estilo clásico, solamente con sables láser. Así me demostrarás cuánto de habilidoso eres –sugirió esta vez-.
De esta manera se inició la lucha. Los sables se entrechocaban continuamente, saltando chispas eléctricas en todas direcciones. Los golpes de ambos contrarios parecían coordinarse en una especie de danza de combate que siempre acababa en la misma posición.


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martes, 24 de octubre de 2006

Fragmento XVII

- Como habrás podido observar yo también soy capaz de crear un campo de fuerza a mi alrededor que me protege de los ataque a distancia. Dime una cosa, ¿quién te ha enseñado esta técnica? ¿Quizás algún discípulo del maestro Wêj Töyq? Yo pensaba que había aniquilado a todos los canateos –preguntó Sumus-.
- No, fue el mismísimo maestro quién me adiestró - respondió Viriath-.
- No puede ser. Si yo acabé con su vida después de aprender todos sus conocimientos.
- Para ser discípulo suyo, no fuiste muy agradecido con el maestro. Lo dejaste medio muerto y abandonado en el desierto de ahí abajo. Por suerte una nave comercial extragaláctica lo recogió y lo auxilió. Cuando fui a pedir ayuda al pueblo sinerfer, lo encontré entre ellos. Al saber que tú estabas detrás de todos los males de la galaxia, se ofreció a entrenarme para que pudiera hacerte frente y salir victorioso – dijo Viriath-.
- Pues ya ves, con todo lo que te ha enseñado ese viejo no creas que vas a vencerme.
La lucha prosiguió durante bastante tiempo. Ambos contrincantes ahora habían aumentado la intensidad de sus campos de fuerza, de tal modo que el aire, a su alrededor, estaba tan ionizado que se descomponía en sus moléculas elementales. Cada vez que se aproximaban, se producían ondas de choque de energía en las cercanías del punto de encuentro.
- Ríndete, Viriath. Te noto un poco cansado. Yo, sin embargo, todavía me mantengo fresco. Si aceptas y me rindes pleitesía, te nombraré general supremo de mis tropas. Tan sólo yo estaré en rango por encima de ti. Tendrás todo el poder y riquezas que jamás hayas imaginado. Vale la pena tanto sufrimiento por una causa que a priori está perdida.
- Sumus. He soñado desde niño con que llegara este día. Quizás tú no lo recuerdes pero hace veinticuatro años que un malvado tirano en la plaza del mercado de Ciudad Arco cambió radicalmente mi vida. Me privó de mi familia y de una infancia feliz. Me sumergió de lleno en un mundo de adultos donde crecí demasiado rápido sin darme cuenta. Sí, en cierta manera, tú has sido responsable de la persona que soy. Para que no pienses que soy un desagradecido, y siguiendo el ejemplo que me has mostrado con tu maestro, quiero devolverte todo el sufrimiento obsequiado de forma tan altruista.
Con tres simples y rápidos movimientos, Viriath logró inmovilizar al emperador. Después, otra serie de golpes por todo el cuerpo culminaron el ataque.
- ¿Cuál es el ataque que me has efectuado? Lo desconozco por completo – preguntó Sumus-.
- Es una técnica secreta llamada Muerte Roja que me enseñó el maestro. Él siempre desconfiaba de la gente como tú. Sabía que si ponía en tus manos semejante conocimiento, lo usarías de forma incorrecta en tu propio beneficio. He inmovilizado las extremidades de tu cuerpo y creado puntos de concentración de sangre. Notarás como tu torrente sanguíneo se desplaza hacia dichos coágulos que terminarán por estallar. Dicen que es una muerte lenta, eterna, en la que la víctima, sin llegar a perder el conocimiento, grita pidiendo que acaben con ella de una vez por todas.
- Si crees que yo te voy a suplicar es que no me conoces –pronunció el tirano con dificultad-.
El gesto de su rostro mostraba un dolor insoportable en aumento. Antes de que se produjera la muerte definitiva, Viriath atravesó con su sable láser el corazón del tirano y después lo degolló. Durante unos instantes sostuvo en alto la cabeza del emperador y mirándole fijamente a la cara, le dedicó las siguientes palabras:
- No podía permitir dejarte morir pensando que había sido la Muerte Roja, y no yo, quién te había robado el último aliento. Adiós emperador. Con tu muerte saldo mi deuda y libro al universo de tu inconmensurable codicia y tiranía.
Hecho esto, arrojó la cabeza al espacio.
Las tropas imperiales permanecían calladas, inmóviles como los restos del cuerpo inerte del emperador, sin saber qué hacer ni decir.
- ¿Quién es ahora el oficial de mando en la nave? –preguntó Viriath-.
- Yo, señor – respondió uno de los oficiales-.
- Ordena a tus tropas que cesen toda hostilidad y que regresen al planeta Cûjq. Allí depondréis vuestras armas y seréis juzgados conforme a las leyes de nuestro sistema.
- Entendido, señor. Ahora mismo llevaré a cabo sus órdenes –contestó temeroso el oficial sin dilación-.


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jueves, 19 de octubre de 2006

Fragmento XVIII

Cuando por fin la nave nodriza aterrizó sobre la superficie del planeta, un montón de tropas y naves aliadas estaban esperando su llegada. Entre ellas, como no podía ser menos, la fragata Dïrûs X29. Nada más bajar, estaban esperándole Fen y Qym. Sin embargo, el recibimiento fue distinto de lo esperado.
- Qym, no sabes cuánto tiempo he esperado a que llegase este momento. ¡Qué cambiada estás! – dijo Vir-.
- Eres un maldito cobarde y un estúpido. Lo que me hiciste no tiene perdón. ¡Toma! – dijo Qym mientras propinaba una severa bofetada a Vir que no supo muy bien cómo reaccionar.
- Ahora, bésame si quieres –continuó diciendo ella-.
Y ambos se fundieron en un efusivo y prolongado beso.
- Viriath, no sabes lo orgulloso que me haces sentir. Si tu padre estuviera vivo, seguro que también se sentiría así –dijo Fen-.
- Gracias capitán. Por fin me siento liberado, como si me hubiese quitado un gran peso de encima. Ya no hay nada que temer. Podemos mirar al futuro con otros ojos, los de la libertad.
- Tienes mucha razón y todo es gracias a ti, mi amor –dijo Qym-.
- Permite que satisfaga mi curiosidad, pero ¿cómo diste con los pueblos aliados? –preguntó Fen-.
- Después de estar esquivando durante días asteroides y meteoritos, mi nave se quedó sin combustible y a la deriva. Después, una tormenta solar me arrastró hacia un planeta donde se estrelló mi nave y quedé inconsciente. Al cabo de tres días desperté en una ciudad. Una familia que pasó cerca de donde se produjo el accidente, me había rescatado. Al principio me costaba bastante entenderlos porque hablaban con una mezcla rara de dialectos. Poco a poco fui aprendiendo los distintos lenguajes y costumbres. Fueron ellos los que me pusieron al día de la existencia de nuevos pueblos y razas. A partir de ese momento, comenzó mi travesía de ciudad en ciudad y de planeta en planeta, pidiendo ayuda -contestó Vir-.
En los días que siguieron a la victoria aliada, Viriath fue aclamado como héroe y recibido con todos los honores allá donde iba. Todo el mundo quería estar a su lado para hacerse una foto. Eso sí, siempre estuvo acompañado por Qym y el capitán, de los que nunca más volvió a separarse. Se casó con ella y se estableció en la granja que tenía su familia en Ciudad Arco. Tuvo tres hijos y durante el tiempo que vivió fue la persona más feliz del mundo, incluso yo me atrevería a decir que de la galaxia.

FIN


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