jueves, 14 de diciembre de 2006

Fragmento V

Cuando, por fin, la comitiva imperial llegó al mercado, mucha gente se mantenía expectante. Sumus bajó del trono rodante en el que se encontraba subido y, acompañado por su escolta de cien soldados, deambuló por los puestos examinando las mercancías. Poco a poco se aproximaba al lugar donde se encontraban Gitus y su hijo. Cuando pasó por delante de él, los hombres del puesto de fruta hicieron una señal a los de los puestos colindantes. De repente, los supuestos mercaderes se abalanzaron en masa contra el emperador empuñando todo tipo de armas. Los puestos de mercancías no habían sido más que una tapadera para transportar armas sin levantar sospechas.
- ¡Muerte al tirano! ¡Abajo el Imperio! ¡Yth Gersbol! –gritaban mientras avanzaban -.
El emperador, rodeado rápidamente por su escolta, al verse en aquella situación ordenó a todas sus tropas destruir la ofensiva rebelde. Entonces el caos se adueñó del mercado. La gente que no estaba involucrada en la revuelta corría despavorida en cualquier dirección. Mientras las tropas de apoyo llegaban al lugar donde se encontraba el foco de la lucha, los rebeldes luchaban con coraje y tesón a fin de romper el cerco humano y poder atacar directamente a Sumus. Una lucha encarnizada con sables láser y pistolas de antimateria. Mientras tanto, Gitus se apresuraba a escapar con su hijo que observaba atónito la refriega. En uno de los ataques, un rebelde había arrojado una lanza contra el emperador. Sin embargo, ésta no había alcanzado su objetivo porque, por alguna extraña razón, al acercarse a Sumus se había detenido en el aire y caído al suelo. Era como si una especie de burbuja invisible protegiera al déspota.


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