jueves, 30 de noviembre de 2006

Fragmento VII

Las palabras de Fen fueron como un jarro de agua fría para el muchacho. De un plumazo lo había perdido todo. Se sentía desgraciado y desdichado. Nada le podía hacer sentir consuelo. Sus ojos se habían convertido en un mar de lágrimas.
- No llores más, chico. Eso sólo lo hacen los cobardes. Justo, dices. Nada es justo en esta vida. Si quieres justicia, has de administrarla por ti mismo. Juro, por la gran amistad que me unía con tu padre, que haré de ti un hombre. Cuando seas mayor podrás vengar la muerte de los tuyos. Mientras tanto, ahorra energía y fuerzas porque te van a hacer falta -dijo Fen-.
El capitán abandonó la habitación, dejando solos a Qym y Viriath. En aquellos instantes el niño no podía comprender la situación. Parecía que el mundo se derrumbase a su alrededor. No podía dejar de llorar. Qym se aproximó al chico y cogió su mano.
- No te preocupes ni te sientas solo. Yo cuidaré de ti y con el tiempo, verás cómo todo cambia a mejor. Ahora descansa. A partir de mañana vas a tener que acostumbrarte a ciertos cambios – dijo la niña-.
Por un momento, el chico dejó de lamentarse. No sabía por qué extraña razón las palabras de Qym habían resultado ser una pomada de cariño para su corazón desvalido. Y al igual que, después de la lluvia, aparece el alegre arco iris tintando el cielo, ahora una sonrisa se había asomado a sus labios con intención de quedarse. En los días venideros, Viriath tuvo que madrugar y aprender a trabajar mucho más duramente que cuando estaba en la granja. Compaginaba tareas de limpieza, que hacía durante la mañana, con el férreo entrenamiento en el uso de armas y técnicas de combate. También recibió clases sobre navegación e instrumentación. De esta manera y poco a poco, su destreza y habilidad en todos los campos del saber pirático se fueron desarrollando y perfeccionando.


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martes, 28 de noviembre de 2006

Fragmento VIII

La fragata Dïrûs X29 era un barco enorme. Tenía una eslora de dos kilómetros y una manga de quinientos metros. Con capacidad para trescientas personas, la mayoría de su tripulación estaba compuesta de malhechores y prófugos de la ley, gente sin ninguna preparación. Existía un equipo de ingenieros y técnicos que se ocupaban del mantenimiento de los sistemas de propulsión, control y navegación. Estaba impulsada por dos descomunales motores que utilizaban como combustible partículas de antihidrógeno, las cuales se manipulaban a través de campos electromagnéticos. Su sistema de artillería estaba formado por cañones positrónicos de plasma, que podían utilizar también torpedos iónicos como munición, y teleópticos de alta resolución. La bodega de naves tenía capacidad para albergar una flota de ciento veinte veleros de contención rápida. El barco, creado por la armada imperial para ser utilizado, inicialmente, en las guerras de Îstarus, había sido confiscado por las tropas rebeldes y entregado al capitán a cambio de sus servicios. De hecho el transporte de las células rebeldes a Ciudad Arco el día del enfrentamiento en el mercado lo había realizado la fragata. Sin embargo, el capitán no era un defensor ferviente de la causa Yth Gersbol y, aunque la mayoría de sus amigos estuviesen a este lado de la contienda, siempre intentaba jugar a dos bandas, traficando con unos y con otros, según fuera menester. Han pasados doce años desde los tristes acontecimientos de la festividad de Khun. Viriath se ha convertido en un adolescente fuerte, alto y valeroso. Su ingenio y astucia tampoco tienen parangón. Fen ha cumplido su palabra y ha hecho de él un hombre. Durante todos estos años, ha intentado inculcarle los valores y principios de la piratería, para que en el día del mañana pueda sobrevivir sin problemas. Gracias a él, Vir ha podido viajar por toda la galaxia y conocer un montón de pueblos y razas que antes le eran completamente desconocidas. A pesar de todo ello, hay algo que nunca ha sido capaz de olvidar y que ha mantenido celosamente guardado en su memoria: su deseo de venganza.


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jueves, 23 de noviembre de 2006

Fragmento IX

Hoy se reúnen en secreto los principales líderes rebeldes en la ciudad de Îstarus, en el planeta Cólfô del sistema Mëtva. Fen ha tenido que acudir para llevar hasta allí nuevas armas y tropas. Viriath se siente mucho más identificado con el movimiento de resistencia que el capitán. Juntos presencian las intervenciones de los diferentes cabecillas. El discurso inicial lo hace el comandante Jâb Wöhj.
- Queridos amigos y aliados de la causa. Me temo que ya sabréis el motivo que nos ha congregado aquí. El emperador Sumus Taxus, ese tirano sediento de sangre y poder, está reorganizando su ejército, reclutando mercenarios y piratas, para formar la fuerza de combate más grande jamás nunca vista, desde los tiempos de las guerras de Îstarus. Algunos de los aquí presentes, no habían nacido aún cuando tuvieron lugar. Yo, recuerdo como si fuera ayer, la pérdida de un enorme número de los nuestros. Era la primera vez que un contingente rebelde osaba plantar cara a las tropas del tirano. Por aquel entonces, ellos nos duplicaban en número pero a nosotros eso no nos importaba, nos hacía envalentonarnos aún más, si cabe. Sin embargo, la fortuna no estuvo de nuestro lado y fuimos masacrados. Y es precisamente ahora, después de tantos años, cuando hemos sido capaces de volver a reunir una fuerza, que es casi igual a la que se enfrentó al emperador aquella vez. Gran parte de personas que antes eran nuestras aliadas, traidores sin causa ni patria, se han vendido a cambio de fortunas y han dado a conocer al enemigo información sobre nuestras instalaciones, planes y miembros. Ya nadie está seguro. Según informan nuestras fuentes, nuevamente Sumus pretende acabar con las células de resistencia, y así dar por finalizada la amenaza potencial que suponemos para todos sus planes de dominio. Más que nunca, en estos momentos, debemos permanecer unidos. Me temo que una nueva guerra se avecina y no estamos lo suficientemente preparados para salir victoriosos. ¡Que los dioses se apiaden de nosotros! – concluyó el comandante-.
Jâb se sentó resignado en una silla mientras era aplaudido por el auditorio. El siguiente turno de palabra era para el general Laîcös.
- En primer lugar, saludos a todos los fieles rebeldes presentes en la sala. En segundo lugar, te felicito por tus encomiables y sinceras palabras, Jâb. Una vez expuesta la situación de forma tan clara, sólo procede someter a votación la decisión de ir o no ir a la guerra. Podemos presentar una confrontación directa o rehuir de la lucha y seguir con nuestra táctica de pequeños ataques en posiciones estratégicas. No olvidemos que ahora el enemigo conoce parte de nuestras bases y planes. Por tanto, hemos de buscar nuevos asentamientos desde los que redefinir la estrategia a seguir. Tampoco se debe dejar caer en el olvido la insuficiencia de tropas con la que se cuenta actualmente. Aunque seamos valerosos, no debemos pecar de locos. Pido una breve reflexión para que la votación se lleve a cabo de forma meditada, después de sopesar los pros y los contras. Tras un descanso de quince minutos, se reanudará la sesión con las votaciones. Esto es todo lo que tenía que decir. ¡Yth Gersbol! – gritó como finalización de su discurso-.
- ¡Yth Gersbol! – respondieron los asistentes enfervorizados-.


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martes, 21 de noviembre de 2006

Fragmento X

Durante la pausa, un murmullo incesante ocupó los salones aledaños a la sala principal de reuniones. Había líderes que se mostraban reacios a luchar ante las escasas posibilidades de éxito ya que la proporción de desventaja actual era de uno a tres. Otros, en cambio, apelaban al espíritu rebelde y creían que era el momento oportuno de hacerlo, antes de que el ejército del Emperador se atreviese a dar el primer paso. Una vez reanudada la sesión y tras el recuento de votos, la decisión ya estaba tomada: los rebeldes no librarían batalla hasta volver a reorganizarse y aumentar su número de efectivos. Para finalizar la reunión, Jâb volvió a tomar la palabra.
- Sabía decisión la que hoy se ha tomado en esta sala. Sin embargo, parece que se ha obviado una cuestión. Cómo vamos a reclutar más tropas cuando son tan pocos los que se mantienen fieles a la causa. Si han puesto un alto precio a nuestras cabezas, quién va a querer arriesgarse en estas condiciones. Hace muchísimos años, escuché a un hombre hablar de la existencia de otros pueblos y razas más allá de los límites de la galaxia. Si no fuera porque me siento viejo y cansado para llevar a cabo tal tarea, yo mismo tripularía una nave e intentaría pedir ayuda y dar a conocer la situación en la que nos encontramos. Por eso pido al consejo de líderes que considere tal posibilidad. –concluyó el comandante-.
- Pero Jâb… Eso son sólo historias fantásticas para niños. Si realmente existieran los pueblos de los que hablas, ya habrían dado muestras de vida. Además, sabes que nunca nadie que haya ido más allá de los límites ha regresado. Dicen que esa zona está llena de asteroides y meteoritos, por lo que es casi imposible navegar. Sería una misión suicida - replicó Laîcös-.
Un murmullo de risas inundó la sala. El pobre comandante se ruborizó.
- ¡Yo me ofrezco para tal misión, señor! –gritó Viriath levantándose de su asiento-.


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viernes, 17 de noviembre de 2006

Fragmento XI

Ante el estupor de todos los allí presentes, el chico se encaminó hacia el estrado donde estaban los líderes y continuó su discurso.
- Soy un piloto experto en el manejo de pequeñas naves de asalto. Quizá tuviera más posibilidades de cumplir con éxito la misión que si se enviase una nave de mayores dimensiones. Además, en el caso de que se produjera mi pérdida, no supongo ninguna pieza clave en el organigrama de Yth Gersbol. No tienen nada que perder y sí mucho que ganar, si me dejan ir – dijo Vir-.
- Pareces muy convencido y seguro en tu decisión pero me temo que es la imprudencia propia de tu juventud la que te impulsa a ello. Yo no voy a negarte nada si es eso realmente lo que quieres, pero antes debe ser sometido a votación -dijo el general-.
Esta vez, las opiniones de los líderes fueron casi unánimes. Todos, salvo Jâb, opinaban que permitir que el chico cumpla la misión es mandarlo a una muerta segura. Por tanto, decidieron denegar la petición. Viriath cabizbajo regresó a su asiento. Las palabras de despedida y agradecimiento del comandante cerraron la sesión.


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miércoles, 15 de noviembre de 2006

Fragmento XII

De vuelta a la fragata, Fen intentó comprender los motivos que impulsaron a Vir a reaccionar de aquella manera.
- ¿Por qué te has ofrecido para hacer semejante locura? Esta guerra no tiene nada que ver contigo ni conmigo. Nosotros sólo somos meros espectadores que ofrecemos nuestros servicios a quién nos contrata. Hoy puede ser que estemos del lado rebelde, pero mañana quizá nos interese cambiarnos al otro -sugirió el capitán-.
- Fen, cuidado con tus palabras cuando estés en público. Hablas como un traidor. Si no fuera porque voy detrás de cada uno de tus pasos, pensaría que eres uno de los que no han vendido al enemigo. Nunca entendí los motivos que te impulsaron a mantener esa conducta. La mayoría de tus amigos, entre ellos mi padre, perecieron a manos de los ejércitos del emperador, tu patria ha sido reducida a cenizas y tus compatriotas vendidos como esclavos. Tu participación en las guerras de Îstarus tuvo que estar motivada por el afán lucrativo únicamente –concluyó el chico-. - ¡Qué sabrás tú! Si ni siquiera habías nacido –respondió enojado Fen-. Después de calmarse un poco, prosiguió con el diálogo.
- Perdona, Vir, que me haya puesto así. Me has hurgado justo en una herida que todavía no ha sanado. Mientras has hablado en la sala, no he dejado de observarte. Me has recordado a cómo yo fui en otra época, precisamente durante las guerras. Yo compartía los mismos ideales de libertad y justicia que hoy tú defiendes. Era un miembro destacado de la resistencia y participé de forma activa en la contienda. Hubo incluso momentos en que creí que conseguiríamos alzarnos con nuestro objetivo. Pero el final real no fue tan prometedor como el esperado, como ya sabes. Si duro fue perder a buenos amigos, más aún lo fue perder a la familia. Padres, hermanos e hijos fueron víctimas de la cruenta guerra. Sólo conseguí salvar a mi esposa, que nunca llegó a superar la depresión en que quedó consumida, muriendo años más tarde en el parto al nacer Qym. Aún hoy no estoy recuperado de todo el sufrimiento infringido. Odio tanto o más que tú a Sumus pero no estoy lo suficientemente loco como para volver a enfrentarme a él. Esta nave y mi hija son todo cuanto tengo y no me expondré a perderlo. Además, sabes que te quiero como a un hijo y no permitiré que te ocurra nada malo. Por eso te suplico que ceses en tu empeño y lo olvides para siempre.
- Fen, siempre te he honrado y respetado como a un padre. He procurado que estuvieras orgulloso de todo cuanto he hecho, siguiendo tus enseñanzas y consejos sin dilación. Sin embargo, siento que ha llegado el momento de partir, de tomar decisiones propias y de escoger cómo vivir mi vida. El recuerdo de la muerte de mi padre me ha acompañado de la mano en todos mis despertares y anocheceres. Yo también he sufrido en silencio. Durante todos estos años he buscado el modo de poder sentirme útil y pagar esa deuda contraída con los míos. Este es el momento. Me siento preparado y con la esperanza de que conseguiré mi propósito. La decisión está tomada. A pesar de la oposición del consejo, esta noche haré la mochila y me iré en una nave hacia los confines de la galaxia –dijo Vir-.
- Espera un momento, recapacita. No tienes ninguna deuda que pagar. Tú has sido tan víctima como lo fueron tus padres y hermanos. No te conviertas en tu propio verdugo. Nosotros somos tu familia. La única que tienes y que te protegerá siempre. No nos abandones. Qym se pondrá muy triste y yo no quiero tener otra herida sangrante en mi corazón.
- Gracias capitán. Sabes que yo también os aprecio y os quiero con toda mi alma. Nunca soportaría que os hiciesen el más mínimo daño, ni a ti ni Qym. Precisamente por eso me voy, para luchar por la libertad y acabar con la amenaza. Aunque es la decisión que más trabajo me ha costado tomar y sintiéndolo enormemente, me veo en la obligación de acatarla. Es mejor morir luchando que vivir sin hacer nada –sentenció Vir-.
- Veo que eres tan tozudo como tu padre. Tu voluntad es firme y la respeto. No sé cómo se lo tomara Qym. Imagino que muy mal.
- Fen, te pido un último favor. No le digas nada. Despídete por mí de ella mañana cuando se levante. No me veo con fuerzas para rechazar sus súplicas.
- De acuerdo, Vir. Será un golpe duro. Espero que con el tiempo lo supere.
Aquella misma noche, tras cenar e irse a dormir a su habitación, Viriath preparó la mochila con un poco de ropa y comida para unas cuantas semanas. También guardó un sable láser y una pistola. Más valía ser precavido porque desconocía los peligros a los que iba a enfrentarse. Pasada la media noche, bajó a la bodega de naves y se montó en su nave de asalto. Comprobó que los depósitos estaban llenos, se puso el cinturón y arrancó los motores. Accionó a distancia el control de apertura de la trampilla de salida y finalmente despegó poniendo rumbo a los confines de la galaxia. Desde entonces, no se volvió a saber nada de él.


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martes, 7 de noviembre de 2006

Fragmento XIII

A la mañana siguiente, la reacción de Qym no se hizo esperar.
- ¡Por qué se ha ido! ¡Cobarde! Si me lo hubieras dicho antes, habría sido capaz de convencerlo para que no hiciera semejante estupidez - gimoteó Qym-.
- Me temo que, precisamente, por eso no quiso que te enterases. En el fondo, creo que su amor por ti iba más allá de lo fraternal. Además, me dio también esta nota para ti – dijo el capitán-.
- Sí, yo también le amo, aunque nunca tuve el valor de confesarlo.
Metida pulcramente en un sobre, la nota contenía el siguiente mensaje:
“Qym, no temas por mí ni seas presa de la congoja. Me marcho, voluntariamente, sin coacción alguna, persiguiendo mi destino. Lo hago para tener una oportunidad de vivir libremente el mañana. Para poder estar juntos sin estar preocupados. Por nuestro mundo y por nosotros. Sé que tu padre cuidará de ti mucho mejor de lo que lo hubiera hecho yo mismo. Adiós, mi amor.”
- Estabas en lo cierto, papá. Nunca le perdonaré haberme hecho esto. ¡Nunca! – gritó Qym antes de romper a llorar desconsoladamente -.
Pasaron muchas primaveras y estíos desde la partida de Viriath. La situación en la galaxia era cada vez más complicada. El emperador Sumus Taxus había iniciado la guerra acosando las posiciones estratégicas descubiertas del movimiento rebelde. Poco a poco había ido tomando las bases y obligando a las células a emprender la huida. Ciudad tras ciudad, planeta tras planeta, ya no existía rincón que no estuviera bajo dominio imperial. Una auténtica reconquista en toda regla. Sin prisioneros, ejecutando a todos los que osasen desafiar su poder. La victoria del tirano estaba más cerca que nunca. Casi la podía acariciar con la yema de los dedos. Con su estrategia había conseguido arrinconar a toda la flota rebelde en el último planeta de la galaxia, Cûjq. La última batalla por librar era inmediata, sólo cuestión de horas. Por su parte, las tropas de Yth Gersbol se habían organizado en dos frentes. Sobre la superficie del planeta, contingentes de artillería pesada, infantería y tropas de asalto terrestres esperaban la llegada de las correspondientes divisiones enemigas. Sobre el cielo la flota de naves se disponía en tres líneas: primero, los veleros de contención rápida junto con cruceros cargados con misiles de perforación. En segunda línea los destructores de campo esférico junto con las fragatas de medio alcance. Por último, las fragatas de gran alcance y los acorazados con blindaje invisible. Antes de que se iniciase el combate, las tropas imperiales invitaron a sus oponentes a deponer las armas, prometiéndoles el perdón de sus vidas a cambio de la rendición. Sin embargo, todo era una estratagema del emperador para que la batalla no se prolongase con más pérdidas de las previstas. Los astutos rebeldes no aceptaron. Sabían de muy buena tinta cuánto de bondadoso era el tirano. Sin más dilación, comenzó la batalla. El primero en atacar fue el emperador. Sus naves de contención se aproximaron a la primera línea rebelde y en pocos instantes reaccionó esta última. Un cruce de disparos láser y de plasma iónico hacía que esa parte de la galaxia centelleara como si se estuviera produciendo el nacimiento de estrellas.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Fragmento XIV

La superioridad imperial acabó destrozando la primera línea y abriendo una brecha por la que penetraron destructores y acorazados imperiales. Ante esta situación, el general Laîcös decidió reorganizar el frente, adelantando a la segunda línea la flota pesada que se encontraba en la tercera. Un bloque compacto que sería la última y única barrera que detendría el ataque enemigo. Sin embargo esto no resultó ser una buena estrategia. El hábil emperador reorganizó también su flota de una manera brillante. En lugar de hacer avanzar un frente de profundidad continua hacia el contrario, colocó un grueso mayor en la parte izquierda de la línea de avance. De esta manera consiguió desbordar a los rebeldes por este punto y envolverlos. En pocas horas la flota de naves de Yth Gersbol quedó exterminada por completo. La victoria de Sumus ya estaba prácticamente consumida. Ahora sólo quedaba acabar con las tropas terrestres del enemigo, pero ello no supondría ningún problema. Desde la lejanía, el capitán Fenerkain Dyut observaba el desarrollo de los acontecimientos. Tras completar la aniquilación de la flota rebelde, ordenó a su tripulación alejarse de la zona poniendo rumbo al planeta Tun. En el momento en que se disponía a partir, vio a lo lejos como una gigantesca nube brillante se aproximaba al campo de batalla. Cuando ésta estaba a pocos kilométros de las tropas imperiales, la luz radiante se desvaneció y en su lugar apareció un enjambre de naves de morfología diversa, que no parecía corresponder a ningún pueblo o raza conocido hasta ahora. El emperador se vio obligado a frenar, por el momento, el ataque contra el planeta y recolocar su flota tal y como lo había hecho anteriormente. Antes de iniciar cualquier movimiento, intentó comunicarse con los recién llegados para conocer cuáles eran sus propósitos.

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